Marcel Barrera. Enérgica, lanzada y voladora, Marilén Ribot es encima de la cuerda volante como aquellos truenos que pasan y nos dejan agitados. Referente del circo contemporáneo, con su compañía Atempo Circ acaba de estrenar Pulso, un montaje donde engulle cava y aborda los roles de los hombres y las mujeres. Los últimos meses ha sorprendido por su participación en propuestas de cabaré o circo tradicional, como The Hole 2 y el espectáculo Peter Pan del Circo Wonderland. Cada vez que sube al trapecio o a la cuerda volante, con sus balanceos tan estirados, seguro que pasa por su querida Mallorca; porque el estilo de Marilén es tan espontáneo y natural que podemos ver también olas en el aire. Encima de la cuerda volante habla con el gesto y con alaridos salvajes, como un pájaro nocturno, pero en el suelo tiene un maravilloso y genuino acento mallorquín.
¿Cómo empezaste a hacer circo?
Descubrí el circo en las fiestas rave que se hacían en Inglaterra cuando tenía 21 años. Allí empecé a hacer malabares con fuego y quise probar el circo de veras. Por eso después, a los 23 años, fui a Barcelona, donde Alain Chipot tenía la pequeña escuela Circus Tánger. Allí aprendí a hacer de todo: bufón, comedia del arte, trapecio fijo, clown, equilibrismo sobre cable, malabares…
Y te preparaste para entrar en la escuela Carampa, en Madrid…
Exacto. Allí estuve un año y conocí a Fabrizzio Giannini y Armando Rabanera, hicimos la misma promoción. También coincidí con una chica finladesa que estaba haciendo un intercambio. Me comentó que en Suecia estaba la escuela Cirkuspiloterna de Cirkus Cirkör. Envié la solicitud y me seleccionaron. Después de esta escuela también entré en la primera promoción de la universidad DOCH y tuve de compañeros a Francesca Lissia y Celso Pereira, también de la compañía Eia. En total estuve cinco años en Suecia.
¿Por qué te especializaste en cuerda volante?
Los aéreos siempre me han llamado la atención. Yo realmente quería ser ágil de cuadrante aéreo, pero no había portor ni portora y probé tela volante a finales del primer año. Como la tela es muy elástica y yo tenía la constitución más fuerte que flexible, mi profesor ruso, Sergej Kerdivarov, me dijo que probase a hacer cuerda volante que sería más rígida. Y así lo hicimos, pusimos la cuerda en la sala de entrenamiento del Cirkör y cuando lo probé pensé que esta sería mi especialidad; me gustó muchísimo.
Explicas en una entrevista que en la cuerda te sale la fuerza femenina que llevas dentro. Tu imagen se contrapone con el estereotipo de mujer coqueta que se impone muchas veces. ¿Es voluntario?
No lo creo. Puedo hacer las dos cosas, como todo el mundo. Somos libres de expresar lo que queramos con cualquier elemento de circo. En el circo, todo el mundo puede hacer de todo y así está comprobado. Lo que hace un hombre en el cable o en la cuerda lo puede hacer una mujer y a la inversa. A esta imagen que dices que transmito ayuda mi personalidad y mi cuerpo. Como estoy tan fuerte y tengo los músculos tan marcados, seguramente hace que se vea más así, pero es físico y quizá un poco emocional porque realmente cuando estoy allí arriba, lo estoy dando todo y me sale un grito: “Ahhhhh”. Pero cada vez que subo puede haber un fracaso. El error es como todo en esta vida, puede estar y no pasa nada. Si algún día me caigo, no pasa nada. Me he caído muy pocas veces actuando y una de ellas fue con la cuerda volante baja sin seguridad en una carpa de circo en Turín (Italia), doy gracias cada día, ese día volví nacer.
Pero normalmente vas atada…
Sí, cuando hago cuerda volante alta voy cogida con una lonchas. Mientras preparábamos Pulso, nuestro nuevo espectáculo de Atempo Circ, hemos podido probar una versión con pórtico pequeño haciendo el número de cuerda volante baja sin lonchas. Los trucos cambian y si la cuerda es más corta, también cambia el tempo. Lo bueno es adaptarte al espacio que tienes y no quedarte cerrado sino explorar.
Tú has explorado el circo price bastantes veces…
He estado en cuatro espectáculos. La primera vez fue en el año 2008 con Crece, dirigido por Rob Tannion. Después estuve en el espectáculo A, del Circo Gran Fele, en Atempo, de Atempo Circ, y en el espectáculo Capitalismo hazles reír, que dirigió Andrés Lima, de la compañía Animalario. El Price me impacta y me da respeto como artista porque es muy grande; me gusta porque tiene casi 360 grados y porque históricamente es muy importante. Todos los artistas de antes como Pinito del Oro o Miss Mara actuaban.
¿Las tienes como referentes?
Sobre todo a Miss Mara, con quien pude hablar en varias ocasiones. Me dijo que hacía los tempos muy bien. Que me dijese eso una trapecista de aquellas que tienen el lema de Triunfar o Morir me impactó mucho. Ella veía extraño que llevara el cable de seguridad… pero también dijo que todas estas piruetas que hacemos actualmente —giro de 360º y agarre— antes no se hacían sin cable de seguridad. De todas maneras, el arroje de curvas y tobillos yo no lo haría porque te vas de cabeza y no tienes oportunidad de cogerte. Los tienes que tener muy bien puestos. No sé cómo lo hacían pero lo hacían. Miss Mara me recomendó también, como mi profesor, que hiciera los dos aparatos: el trapecio y la cuerda. He seguido sus consejos.
Es curioso… Haces circo contemporáneo pero te inspiras mucho en el tradicional. ¿Por qué?
En el espectáculo Learning, beginning to lose, creación de Atempo Circ dirigida por Matías Marré, hice el trapecio volante con una silla como homenaje a Miss Mara. Creo que el circo contemporáneo no existiría sin el tradicional, nosotros llegamos pero ellos estaban antes. Aunque con Atempo Circ hacemos circo contemporáneo y buscamos la dramaturgia también queremos emocionar con los números. Es como un todo, no lo separamos. Me gusta mucho el truco de los ojos tapados, que es una inspiración del circo tradicional. Y también el silencio oyendo sólo la respiración del cansancio real.
Pero hay un vacío entre los dos mundos…
No lo creo. Veo que cada vez el circo tradicional está más abierto a nuevas propuestas. Por ejemplo, el número a duo de rueda Cyr que presentamos en Trapezi en el año 2016 lo adaptamos las pasadas Navidades en el espectáculo Peter Pan del Circo Wonderland. Primero nos dijeron que eso de la rueda Cyr no era circo, pero después les encantó el número. Quizá al inicio hay una barrera, pero cuando ven el número adaptado a sus músicas y a su vestuario, que encaja y el público se lo pasa bien, lo adoran. Existe la necesidad de que se conozcan más estos dos mundos, pero no creo que haya un vacío. Personalmente, yo me veo en colaboraciones con circos tradicionales y haciendo Pulso u otros espectáculos más contemporáneos. Cada uno me da cosas diferentes.
¿Ah, sí? ¿Qué te da uno y otro?
Del tradicional me gusta cómo viven porque ellos son el circo. Viajan todo el año y el circo es su vida. Se van con el tinglado recorriendo los pueblos por todas partes, controlan las luces y la electricidad… Llueve o hace viento y la gente se vuelca en ayudar. Hay una ventolera a las cinco de la madrugada y la gente está despierta. Se hace un hoyo de agua en la carpa y todo el mundo hacia arriba a sacar cubos. Los niños también nacen y tienen escuela. Es otra manera de vivir y creo que es muy guapo poder experimentarlo. Las familias Forgione y Macaggi nos han acogido como uno más, experimentar esto está muy bien. En cambio, el contemporáneo me da mucha libertad porque puedes expresarte como quieras a través de muchas artes escénicas. Hay más libertad y creatividad.
¿Cómo era tu día a día en el circo Wonderland?
Agotador y satisfactorio. Estuvimos 25 días seguidos sin descansar y a veces hacíamos tres funciones durante tres días seguidos. Durante 40 días hice dos números, la cuerda volante y el dúo de la rueda Cyr con Matías Marré. Necesitaba un día libre… También me hizo ilusión; no había trabajado nunca en un circo tradicional tradicional y conocer a la familia y vivir con ellos con las caravanas me ha gustado mucho.
También te has adentrado en el cabaré ‘The Hole 2’, otro mundo…
Es otro tipo de circo … yo iba con una falda de faralaes interpretando la canción de Lola Flores Ay, pena, el numero se inspiró con Miss Mara y su famosa subida con la bata de cola. La experiencia fue muy buena. Hacíamos entre 7 y 9 funciones semanales y actuábamos de miércoles a domingo. Hice más de 500 funciones durante 18 meses. Gracias a The Hole 2 me vio mucha gente del circo tradicional y salió el contrato para el Circo Wonderland. Fue muy interesante estar con un equipo tan grande de 20 personas encima del escenario y que nos lleváramos tan bien. The Hole 2 tenía un hilo dramatúrgico muy interesante y el guión del cómico Alex O’Dogherty estaba muy bien hecho, con unos músicos increíbles. Cuando fuimos a Barcelona para actuar durante cuatro meses en el Teatre Coliseum, me pareció muy extraño que no viniera gente de circo a verlo y eso me dio pena. ¿No lo vinieron a ver porque era cabaré? Te puede gustar o no el estilo, pero no puedes opinar si no lo has visto.
Y ahora con matías marré y el malabarista sergio pla acabas de estrenar Pulso, que también está ambientado en un cabaré…
La creación es una contraposición de fuerzas siempre en tensión y habla irónicamente de sexualidad, poder, roles, ambigüedad y género. Es un espectáculo recomendado a partir de 14 años aunque también lo han visto niños más pequeños y se lo toman de otra manera. Atempo siempre ha intentado hacer espectáculos diferentes unos de otros, y este no tiene nada que ver con los anteriores (Atempo, Après, Learning beginning to lose, Deal, Invisibles, Soliloqui o Joc).
También estáis a punto de estrenar el documental Vocacion ciega vinculado con el proceso de creación de Learning, beginning to lose…
Se estrenará en Finlandia. Filmado y dirigido por Sakari Laurilla, nos gustaría poderlo mostrar en cualquier otro festival. Es un documental que habla del proceso de creación y la presión de estrenar un proyecto y en él aparecen Arian Miluca y Michou Meugens. El proceso de creación de aquel espectáculo fue bonito, duro, como un cóctel molotov de emociones, a veces para bien y otras para mal.
En tu salvaje número de cuerda volante las piruetas que haces son espectaculares, como una ola en el aire. ¿Qué experimentas?
Me siento muy bien allí arriba. Me da mucha fuerza porque me gusta esta sensación de volar y de libertad. Me gusta gritar y me gusta no solo ejecutar los movimientos sino mirar a la gente, mirar al público. Aunque esté en lo alto siempre intento mirar a los ojos de alguien que encuentro en aquel momento. Dar la parte emocional de lo que estoy sintiendo. No sé si se contradice pero siento dos cosas a la vez, esta fuerza que te comento pero al mismo tiempo fragilidad. Los dos sentimientos se fusionan y lo hacen todo muy emocional. Es como una pelota de malabares, tanto te puede caer en la mano como te puede patinar. El público me da fuerza y energía para ir balanceándome por la cuerda y a veces siento una respiración colectiva y esto da ánimos. He hecho cuerda volante a 10 metros en el Price, y se puede volar a más altura, pero no me interesa. Me gusta más volar a siete u ocho metros, así puedo estar más con la gente.
Fuente: https://zirkolika.com/